Tomarse
una taza de café por las mañanas se ha vuelto una rutina tan importante y
necesaria como cepillarse los dientes.
El café es una deliciosa bebida que se puede tomar de diversas maneras y
que además tiene numerosos beneficios para el organismo: disminuye el riesgo de
diabetes, eleva la capacidad de alerta, disminuye la posibilidad de padecer
demencia en la vejez, aumenta la potencia muscular, entre otros.
Sin embargo, el café también tiene
desventajas: aumenta la probabilidad de sufrir osteoporosis, altera el sistema
nervioso, acelera el ritmo cardiaco y aumenta el riesgo de aborto. Igualmente, la producción de café también
supone desventajas para el medio ambiente, solo una taza de café necesita 140
litros de agua para elaborarse.
El agua restante o sobrante de la
producción de café es conocida como agua residual del café o agua miel, la cual
generalmente es arrojada sin tratar a los ríos y lagos. Esta acción es muy grave porque contamina el
ecosistema y pone en peligro a los organismos que en él habitan.
Las
aguas residuales del café tienen alta toxicidad porque contienen residuos
orgánicos como el metano, que es uno de los grandes responsables del cambio
climático.
Afortunadamente, ya existe
una iniciativa gracias a la cual se instaló un sistema en las grandes haciendas
cafeteras para tratar el agua antes de arrojarla al medio ambiente. Este mismo
sistema genera también un gas ecológico que puede ser utilizado para cocinar.
Si queremos seguir disfrutando de placeres
de la vida como el café, necesitamos exigir que en la elaboración se reutilicen
los recursos, no se contamine el ambiente y que se ahorre lo máximo.
Hay que
recordar que sin recursos naturales como el agua tenemos que olvidarnos del placer de comenzar el día con una deliciosa taza de café.
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