Las
piscinas son sinónimo de vacaciones y diversión pero si éstas no son sometidas
a limpieza y a control recurrente, también pueden significar contagio de enfermedades e infecciones.
Los
principales contaminantes de las piscinas son los propios usuarios que ingresan
microorganismos y sustancias indeseadas. La saliva, cremas, cosméticos, sudor,
pelos, grasas, entre otros, son algunos de los elementos que enturbian el agua.
Se recomienda bañarse antes de entrar a la piscina para disminuir la
contaminación de la misma.
Estos
contaminantes pueden producir diversas enfermedades como la diarrea, dolencias
e infecciones gastrointestinales, auditivas, respiratorias, oculares y
dermatitis, otitis externa, pie de atleta, entre otras.
Las
personas más vulnerables son los niños, las mujeres embarazadas y personas con
el sistema inmunológico débil.
Es primordial someter a la piscina a
procedimientos y técnicas especializadas en limpieza y purificación. Además, es
de suma importancia que los bañistas cuiden de su higiene personal para evitar
contaminar la piscina.
Una
piscina sucia no solo puede arruinar la diversión sino que puede poner en
peligro la salud y bienestar de su familia.
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